ATENCIÓN: PUEDE CONTENER SPOILERS
Todo termina, a veces pronto (rara vez), a veces tarde (insufrible TWD) y otras, en su justo momento.
Poco más podía ofrecernos Bates Motel. De haber seguido los asesinatos del desbocado Norman Bates, habrían convertido la serie en un culebrón de serie B como lo fueron aquellas tres posteriores secuelas de Psicosis, a cada cual peor (aunque defiendo la segunda parte, Psycho II)
Lo cierto es que la serie ha estado cinco años contándonos un pasado que arrojaba algo más de luz a la inestable mente de Norman. Pero lo hacía en un presente casi distópico, que mezclaba elementos de aquellos años 60 con la tecnología contemporánea (móviles u ordenadores incluidos), sin por ello desentonar un ápice del clásico original.
La falta de Norma en la vida de Norman no hace más desconcertar su desquiciada cabeza, sin que pueda llegar a distinguir lo real de lo irreal, o el bien del mal. Al igual que nosotros, Norman echa de menos a su madre.
Diez episodios sin Vera Fármiga como centro de todas las tramas para que Norman, por fin, pueda ser el protagonista absoluto de la serie... aunque poseído por su madre, aún más desquiciada que él.
Hemos podido ver míticas escenas como la ansiada secuencia de la ducha, protagonizada por Rihanna interpretando a Marion Crane, con un giro tan inesperado como original.
Una temporada infinitamente más oscura que las anteriores, con un desenlace tan curioso como efectivo, que dejará con ganas de más a todos los que hemos gozado con esta nueva adaptación del clásico del maestro del terror.
