No soy un buen lector de poesía: llegué a ella demasiado tarde y perdí cosas que se aprenden en la adolescencia o no se aprenden. Por otro lado, hasta el poema más corto exige un tiempo que a veces no tengo.
Creo saber por qué una novela o un relato funcionan o no, pero me declaro incapaz ante los poemas.
Sólo sé, como Dylan Thomas, que un poema es bueno si me gusta - pero NO soy Dylan Thomas-. Debería tener la vergüenza suficiente para no comentar un libro de poemas y más de un autor emblemático, pero qué demonios, prefiero sonrojarme después.
Quise leer a Manrique porque me parecía un poeta importante del primer castellano. Se sepa o no, la primera lengua poética que se utilizó en Castilla después del latín no fue el castellano, sino el gallego-portugues ( o tal vez el mozárabe de las jarchas ¿ No? Incluso tengo una canción sefardí rescatada del medievo en un CD que compré en Segovia a propósito de las tres culturas) de la misma manera que en el condado de Barcelona y todos los que formaban lo que hoy es Catalunya se utilizó primero el occitano - Hasta Pere III de Aragón lo hizo.
No deseo iniciar un debate lingüístico: para mí es encomiable la mayor receptividad de entonces que la de ahora, pues textos de Manrique en el original castellano y con traducción al catalán se recogían en el Llibre d’ orats del siglo XV. Saltando seis siglos tengo dos poemas escritos en gallego por Federico García Lorca en una antología editada por la Editorial Renacimiento. En fin: el interés era volver a las fuentes.
Desconozco la poesía contemporánea a Manrique más allá de lo que me pudo ayudar el B.U.P. El único poeta contemporáneo que he leído un poco más no es castellano ni catalán, aunque el valenciano Ausiàs March también lo conozco algo, sino francés: François Villon. Confrontar ambas obras puede ser como en la cocina contrastar dos gustos que, en vez de fundirse en uno, nos ayudan a ver los matices del uno en el otro - dentro de mis ya comentadas limitaciones. Que Manrique fuera noble con rentas y Villon clérigo con deudas me convence de que es necesario tener tiempo libre para escribir poesía y ser rico o bandido, así que me plantearé más adelante por dónde tiro. Manrique es un poeta del cancionero. Como nos informa Pérez Priego, en el siglo XV está documentada la obra de unos 700 poetas recogidos en el Cancionero general. Son muchos. Tal vez el equivalente en el futuro sea este libro de arena u otro similar. Es, como he dicho, el momento del abandono del gallego-portugués por el castellano y Manrique es un maestro temprano. Al parecer, las composiciones se dividían en diversas categorías, pero son básicas dos: las Obras de amores y las Obras de burlas. Puede que sea mi temperamento, pero no he encontrado nada extraordinario en las Obras de amores de Manrique: se pliegan a lo que se espera de ellas, ser dichas en la corte y celebradas por las damas. En ese punto, la tradición del amor cortés sólo podría aguantarse desde la ironía o el abierto sarcasmo que Villon le dedica en la Balada de la gruesa Margot, en los que destruye uno a uno los lugares comunes. Pero Manrique escribía para un público cortesano y Villon para sus compañeros de farra.
Más me han gustado sus obras de burlas: sólo dos, pero memorables. El Convite a su madrastra y la Copla a una beuda - beoda- son comparables a la Balada de las lenguas envidiosas de Villon en su fuerza y mala baba.
Donde Manrique logra su momento es en las celebérrimas Coplas a la muerte de su padre, un poema que cualquiera recuerda aunque no lo haya leído y que incluso ha convertido un par de sus versos en una especie de proverbio : "Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar". Es un poema alejado de todo preciosismo, sobrio y preciso. Villon necesita al menos tres poemas juntos para compensar la balanza: la Balada de las damas de antaño - con su famoso verso Pero ¿ dónde están las nieves de antaño?-, Los lamentos de la bella Armera y su obra más conocida e impresionante, la Balada de los ahorcados. La diferencia del tratamiento de la muerte en esta última del tratamiento que le da Manrique es que, mientras este último hace encarar a su padre, noble caballero, el trance con serenidad, Villon es él mismo el que tiene el cuello pendiente de un hilo y ve todos los días el enorme cadalso público parisino donde los ahorcados no paran quietos en ningún momento mecidos por el viento. La esperanza de vida eterna para los ricos, el pavor para los pobres, que con sus ojos picoteados y las barbas arrancadas, apostrofan a los mirones para que recen por ellos y Pedid ( a Jesucristo) que a todos nos absuelva.
Sólo con este poema, Manrique permanecerá para siempre, mientras alguien lea o hable en castellano y tal vez incluso después.
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De todas maneras yo persisto y nunca me daré por vencida. Felicidades de nuevo.
Un abrazo.