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Miércoles, 08 Agosto 2012 21:19

"Siendo sinceros (Y además de verdad)". Capítulo 6. 'Eureka!'

Escrito por  Publicado en Siendo sinceros (Y además de verdad)

Siendo Sinceros (Y además de verdad)


Eureka!

Si hay un apellido que a todos se nos viene a la mente después de pronunciar el nombre propio “Descubrimiento” sin duda es “América”. Uno de los grandes hallazgos de todos los tiempos por el que se conectó el nuevo mundo al antiguo. Aunque, quitando todo lo realmente importante que eso nos trajo, sobre todo se recuerda el descubrimiento de América por las patatas sin las que algunos no podemos vivir.

El interés y la curiosidad por lo nuevo nos han aportado muchas nuevas experiencias que llamamos descubrimientos. Los descubrimientos son como halos de luz clarísima en un universo de penumbras. Son la claridad frente la oscuridad, son la bombilla encima de la cabeza de Edison, son claramente uno de los derroches de adrenalina más populares…

En realidad poco tiene que ver si el descubrimiento es real o ficticio. Aquella sensación de subidón de adrenalina sólo tiene importancia para el que la siente, pese a que éste experimentara el mayor de los engaños. La curiosidad impulsó a Cristóbal Colon a adentrarse en el océano Atlántico y corroborar su teoría de poder llegar a las indias por el oeste. El pobre murió pensando que estaba en las Indias. La gran proeza, para él, fue conseguir demostrar que se podía llegar a Asia, cosa poco certera. Y así fue conocido en el mundo, pese a que el real descubrimiento fue de Américo Vespucio.

Muchos de los descubrimientos que sentimos en la vida son sobre nosotros mismos. Deducimos, tras previa observación, porque hemos tenido aquella actitud tan contradictoria…

Soy una persona tranquila. Un día tuve un estallido frente a un montón de amigos. Yo siempre lo achaqué a que me estaban molestando con el juego que estaban haciendo. Tiempo más tarde me di cuenta que lo que sentí aquella noche fueron celos ya que mi novia se estaba partiendo de risa con un amigo mío gracias a ese absurdo juego. Le eché la culpa al juego, pero en realidad fueron simples celos.

Quizá para el resto de gente no tenga la misma trascendencia ni vivan aquella euforia que vivimos nosotros en primera persona por averiguar algo sobre nosotros mismos y sentirnos así como si fuéramos Mónica Fletxer en Se ha escrito un crimen. Pero sin duda recibir una revelación es como ver la luz del día después de largo rato en la sombra. Atar cabos sobre cosas internas es algo cuanto menos revelador. Muchos son los que se presentan ante otros con este tipo de historias.

Un día tuve una revelación. Me vino como de la nada, aunque era más bien como haber recibido en un solo instante una dosis millonaria de inteligencia.

La mayoría de veces, el descubrimiento viene de la observación de un algo presente. Así le pasó a Arquímedes con su teoría famosa de “cualquier cuerpo sumergido en un líquido…” y bla, bla, bla… ya que dicha teoría la formuló mientras se metía en unas termas. Suele pasar que como a él, por descubrir cosas y tener ese subidón de adrenalina, nos llaman locos. Claro que él mostró su adrenalina saltando en bolas por la metrópolis gritando Eureka!, con el estupor de todo el personal. Nosotros normalmente sonreímos o exclamamos un Ohhh Claro. ¿Qué queréis? Los tiempos cambian.

Muchos otros experimentan su punto de partida en algo real como le pasó a Newton con la teoría gravitatoria cuando le cayó la manzana en la cabeza, mientras disfrutaba de su descanso, merecido o no, a la sombra de un manzano. Es decir, en ocasiones, vemos nuestro reflejo en otras personas y nos viene la inspiración.

Un día conocí a alguien que era muy similar a mí. Cuando lo conocí a fondo le detecté todos los defectos, que en esencia eran los mismos que los míos. Aprendí mucho de eso. Ese fue mi punto de partida.

La verdad es que el estado de euforia del descubrimiento, ya sea ciencia, o la resolución de un dilema, o un acertijo o un hueco de memoria olvidada, es una sensación agradable que fomenta nuestro ego y aumenta la estima hacia nuestra inteligencia.

Pero si hay algo que aún puede incrementarla más es cuando esos descubrimientos suceden en el mismo instante que otra persona lo descubre también. Se crea un clímax interesantísimo, y la conexión entre ambas mentes es tan excitante que jamás puede olvidarse.

Recuerdo jugar con mi prima al tabú, ese juego de palabras prohibidas. Entre ella y yo había tanta conexión que nada más empezar a hablar una la otra ya sabía de que hablaba.

Si es especial para una persona sola, cuando las iluminaciones vienen por dos personas a la vez, la sensación que se siente es aún más intensa. Puesto que la conexión con aquella persona crea una unión kármica.

Cuando era pequeña, teníamos un juego entre las amigas que se llamaba bis-bis. Y se trataba que en determinados momentos en que dos personas repetían sin darse cuenta la misma palabra debían permanecer en silencio durante un rato hasta que alguien decía tres marcas de leche. Era un juego absurdo. Pero me acuerdo de aquella sensación de repetir las palabras y pensar que teníamos telepatía.

Algo así viví yo con Aidan. Durante las primeras semanas que estuve con él, parecía que se abría un mundo de posibilidades a nuestros pies. Todo era intensidad, todo eran momentos maravillosos. Lo pasábamos bien, nos divertíamos, el sexo era maravilloso y explosivo y además una conversación con él, era de lo más gratificante. Un día charlando de la noche en que nos conocimos:

-No, pero yo ya te había visto por el Stay fine antes – insistía él.

-Imposible, era la segunda vez que iba. Ese recuerdo que me dices debe de ser de la misma noche que nos conocimos.

-Que no, no… yo te había visto antes en el Stay fine… Subida en la tarima con un pelmazo hablándote.

-Que no puede ser… es imposible… Eso fue la otra semana anterior…

De repente, toda mi vida pasó por delante de mí. Lo vi todo claro. De hecho los dos lo hicimos.

-Un momento… ¿Yo no te pedí fuego? En la barra… Estabas con unos amigos… y… yo le pedí fuego a un tipo, que pasó de mi descaradamente… ¡Eras tú! –reímos

A raíz de eso, empezamos a ver muchísimos puntos de conexión extraños. Hacía unas semanas él había acabado de pintar un cuadro de una chica desnuda que se parecía a mí. Y encontramos varias cosas como esta.

Pero aún había más, yo tenía muchas cosas de personas-mujeres importantes de su pasado y a mi con él me pasaba lo mismo. Era increíble. Cada vez que vivíamos recuerdos antiguos, los explicábamos y reíamos. Cada conexión era acercarnos más el uno al otro y recibir una energía enorme. ¿Era sólo casualidad?

Todo parecía maravilloso digno de ser extraído de cualquier historia fantástica, que ya no romántica. Pero…cuando pasaron unas semanas, empezamos a tener nuestras primeras rencillas… Algo estaba yendo mal. No sabía porque, Aidan había cambiado su actitud hacía a mi. De tierno a huidizo y yo sabía lo que significaba, porque ya lo había vivido antes. Sabía dónde me conducía aquella actitud, sabía que se precipitaría todo, pero no entendía por qué estaba pasando de aquella manera ni en aquel momento. Y lo más importante, no quería que pasara.

Nos veíamos todos los días y, de repente un día, tras una pequeña discusión de entender la relación, desapareció.

Después de estar tres días detrás de él para quedar y hablar de lo que estaba pasando, apareció en mi casa. Yo estaba destrozada porque lo veía venir. Sabía que el final estaba ahí. Y no sabía por qué me sentía tan mal. Pero no podía creer que algo tan maravilloso se acabara sin ningún motivo de peso. Así que preparé todas sus cosas para dejarlo ir. Antes de que dijera nada, yo tenía sus posesiones preparadas para dejarlo marchar.

Lo único que pudo decir fue un: No te quiero. Yo no podía creérmelo. ¿Me había mentido? Sus actos y sus palabras habían dicho otra cosa desde el principio. Fue él el que dijo te quiero primero, fue él el que cambió la historia de “rollito” a algo más, fue él el que se acercó más a mí, ¡fue él!

Y ahora, tengo que comerme un “no te quiero”. Se acaba de ir de casa. Me estoy hundiendo en la más soberana tumba. No puedo pensar en nada, ni en el por qué duele tanto, ni en lo que siento. Sólo sé que lo he perdido. Creo que eso es lo que más duele.

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