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Domingo, 28 Agosto 2011 03:25

Reportajes CEC: El doblaje por sistema en España: no es una casualidad ni una preferencia, sino una histórica imposición

Escrito por  Publicado en Lo mejor de www.culturaencadena.com
Adolf Hitler and Benito Mussolini in Munich, G...

Image via Wikipedia

“La voz de Katharine Hepburn no es intrascendente; es, para el mundo, uno de los atributos que la definen.”

(Jorge Luis Borges, escritor argentino)

 

¿Versión original o doblada? La discusión parece no tener final, y las opiniones a favor de una u otra opción provocan no pocas y acaloradas discusiones porque, pienso yo, se tiende a ser demasiado radical en el tema. Muchos partidarios de la versión original defienden que debería abolirse completamente el doblaje, y eso hace que los que piensan lo contrario contraataquen defendiéndolo con uñas y dientes. Ya avanzo que aquí nos decantaremos por la versión original, pero evidentemente sin ningún ánimo de imponer nada ni de dar lecciones a nadie. No estamos diciendo que deban desaparecer las versiones dobladas, ni mucho menos; sencillamente creemos que, si no lo habéis hecho nunca, vale la pena considerar seriamente la opción de la versión original.

(Nota: cuando decimos “versión original” realmente nos estamos refiriendo a “versión original subtitulada”; si vuestro conocimiento de idiomas es lo bastante bueno como para poder ver una película o una serie sin subtitular, no hace falta ni que continuéis leyendo.)

¿Cómo empieza el tema del doblaje? Una teoría relaciona directamente el doblaje con los países que han sufrido períodos de dictadura durante un período más o menos largo de su historia. Parece ser que uno de los principales precursores del doblaje fue Mussolini, y que en España se copió su ejemplo. Con el doblaje se buscaban dos objetivos: el nacionalismo a través de la identidad lingüística y, de manera más sutil, el control de las ideas extranjeras que podían ser ajenas a los intereses nacionales. Este control se llevaba a cabo mediante mecanismos de censura que consistían directamente en recortar fotogramas, y también en la modificación de los diálogos según lo que más convenía al régimen. Evidentemente, así resultaba muy sencillo evitar que ciertas opiniones reflejadas en la película (y consideradas “peligrosas”) llegaran a los espectadores. Los censores consiguieron que cualquier película extranjera fuera una apología del sistema político vigente y de sus valores morales.

 

 

 

Cover of

Cover of Mogambo

Un ejemplo muy famoso y a la vez divertido es el caso de la película Mogambo, ya que para intentar evitar que los espectadores españoles se diesen cuenta de que se producía un adulterio (cosa que habría sido un escándalo en aquella época), los censores reconvirtieron un matrimonio en una pareja de hermanos, con lo cual lo que consiguieron es crear un incesto y resultó peor el remedio que la enfermedad. Otros ejemplos conocidos fueron ocultar que el protagonista de Casablanca era combatiente de las Brigadas Internacionales, privar a los españoles de la caricatura que Charles Chaplin hizo de Hitler en El gran dictador, silenciar el mensaje antimilitarista de Senderos de gloria, o recortar algunas escenas de películas de Tarzán por considerarlas eróticas.

 

 

 

Oliver Hardy

Cover of Oliver Hardy

Para rebatir esta teoría, también debe decirse que en los años 30 la propia industria de Hollywood rodaba la misma película en los mismos escenarios pero con distintos actores y directores, primero en inglés y luego en otros idiomas. Muy poco tiempo después pasaron a controlar el doblaje de las películas (por ejemplo, Stan Laurel y Oliver Hardy se doblaban ellos mismos a distintos idiomas). Cuando Hollywood dejó de realizar producciones en otros idiomas, las industrias de doblaje tomaron el relevo en aquellos países donde era más rentable, según criterios estrictamente económicos: si el país era pequeño no resultaba rentable doblar, mientras que si era grande sí resultaba. Por lo tanto, según esta teoría, el hecho de que en dichos países hubiese o no dictadura no sería un criterio esencial para considerar la existencia o no del doblaje.

 

Hoy en día, sin llegar evidentemente a las animaladas de la dictadura, todavía nos encontramos con casos cuanto menos curiosos: se adaptan personajes para hacerlos más familiares al público (en un capítulo de House se hablaba de Fernando Alonso y en la versión original era otro piloto, por ejemplo), se cambian líneas de diálogo para evitar herir sensibilidades, para adaptarse a los requisitos de los actores, o sencillamente para intentar que “se entienda mejor”. Eso sin entrar en la publicidad encubierta ni en las sugerencias sociopolíticas que muy a menudo afectan al resultado final. No hace falta ni que os cuente el daño que causa todo ello a la obra original...

Existen casos directamente abominables de doblaje. Recuerdo que un verano fui de vacaciones a Grecia y en el televisor del hotel estaban dando una serie (no recuerdo cuál) donde el doblaje consistía sencillamente en la voz de un hombre que iba traduciendo encima de las voces originales, que se escuchaban a un volumen más bajo. ¡Pero es que era la misma voz tanto si hablaba un hombre, como una mujer, como un niño! Sencillamente traducía, sin ningún tipo de entonación. Parece ser que no es el único caso parecido, y que en muchos países del este de Europa esto también es así.

 

The Sea Inside

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Pero incluso suponiendo que el doblaje sea correcto y fiel al original (y, por lo que parece, el español está considerado uno de los mejores del mundo), todavía tenemos argumentos para defender las versiones originales. Si partimos del hecho incuestionable y evidente de que estamos ante un producto audiovisual, llegamos fácilmente a la conclusión de que si vemos la versión doblada nos estamos perdiendo la mitad de la experiencia, porque si los gestos transmiten cosas, la voz también. ¿Cómo nos atrevemos a afirmar que alguien es buen (o mal) actor si no estamos oyendo su voz real? Para afirmar tal cosa nos estamos basando sólo en sus gestos y en su expresión corporal, pero nos estamos perdiendo la entonación y los centenares de matices, de inflexiones, de silencios, etc., que los buenos actores son capaces de dar a su voz para componer y crear un personaje. No existen dos personas en el mundo con la misma voz, y por lo tanto nos estamos perdiendo el timbre y el tono únicos de la voz original. Por poner un ejemplo cercano, los aficionados al cine hemos visto a Javier Bardem interpretar a un joven escritor cubano homosexual (Antes que anochezca), a un viejo gallego moribundo (Mar adentro) y a un peligroso asesino psicópata (No Country for Old Men), y nos ha hecho creer todos estos acentos porque es un actor extraordinario, capaz de modelar su voz como quien crea una figura de arcilla. ¿Qué doblador puede transmitir todo esto? La respuesta es muy sencilla: ninguno. Por muy bueno que sea, nunca podrá captar ni transmitir toda esta riqueza de expresión. Con el doblaje nos estamos perdiendo a Bardem y a todos los “bardems” del mundo del cine. En definitiva, nos estamos perdiendo un criterio que, al menos yo, considero imprescindible a la hora de calificar a alguien como buen o mal actor.

 



La cuestión se agrava cuando resulta que muchas veces un mismo doblador presta su voz a más de un actor. Por ejemplo, el doblaje español de cuatro actores de la talla de Jack Nicholson, Marlon Brando, Paul Newman y Michael Caine lo realiza la misma persona, un tal Rogelio Hernández que ni tan sólo es actor, sino locutor. Además, dicen las malas lenguas que este mundo del doblaje es un círculo cerrado, una especie de mafia donde resulta muy difícil entrar si no tienes enchufes o padrinos.

Afortunadamente, las nuevas tecnologías nos permiten encontrar fácilmente series y películas en versión original, y también sus correspondientes subtítulos; si preferís la opción del DVD, también podéis elegir entre diversas opciones de audio y subtitulado. Es cierto que mirar la pantalla y leer al mismo tiempo al principio es difícil, porque nos perdemos los gestos y sólo vemos los pies o los cuellos de los protagonistas. Pero, como todo, es cuestión de práctica y muy pronto nos acostumbraremos y descubriremos una nueva forma de ver y disfrutar las series y las películas. Ver la versión doblada es sin duda la opción más fácil y cómoda, pero en ningún caso podemos considerarla la más fiel ni la más auténtica. Hay quien opina que la diferencia entre los que defienden la versión original y los que no es que los primeros han probado las dos opciones. Pues bien, la solución es muy sencilla: probarlo. Mirad un capítulo de vuestra serie preferida en versión original y luego mirad el mismo capítulo en versión doblada, y ya decidiréis qué os gusta más...

A mí me parece que sólo para poder escuchar voces como ésta ya vale la pena ver la versión original. Además, seguro que mejoraréis vuestro nivel y conocimiento de otros idiomas. La decisión, en cualquier caso, es vuestra.