No se podía esperar nada más que una enorme gamberrada del gamberro más grande de Hollywood. Eli Roth dejaba su última aportación al cine de género esta semana en el Festival de Sitges.
Hace ya un año que Roth presentaba su Green Inferno, una especie de Holocausto Caníbal que causó bastante revuelo en el Festival pero que por problemas de distribución nunca llegó a ver la luz en salas comerciales.
Entre tanto nos llegan su nuevo film, Toc Toc, una salvaje reflexión sobre la infidelidad y la pederastia bajo la enferma mirada de su director que sabe como convertir todo este cocktail en una gran broma.
La premisa es fácil. Dos buenorras llaman una noche lluviosa a casa de Keanu Reeves, un arquitecto casado que abre la puerta al deseo como si nada. De ahí a la lujuria más absoluta para terminar haciéndole la vida imposible al pobre Neo…
A ver, el film no descubre nada nuevo para el género, pero si es cierto que Roth intenta comedirse más y por primera vez deja la sangre a un lado para centrarse en dos personajes desquiciados con cientos de clichés pero que consiguen transmitir la enferma locura de sus actos e intenciones.
Quizá ellas son lo mejor de un film en el que Reeves hace lo que puede en la piel de un personaje arrepentido pero poco creíble. ¿Cómo llegó este chico a triunfar?
Roth sabe aprovechar también el espacio de la casa del protagonista, una mansión llena de recovecos que juegan a favor de una historia que funciona mejor por lo rápido que pasa.
Aún con sus carencias, Toc Toc es una película que se disfruta en pantalla grande y que desde luego termina poniendo enfermo a cualquiera que entre en su trama. Mal rollo y mucha carne.
Aún así, yo me quedo con la parte más bestia de Roth, aquella en la que sientes sus torturas en tu piel.
