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Lunes, 21 Noviembre 2016 09:53

"Fiesta para una mujer sola", de Angel Vázquez, Editorial Rey Lear.

Escrito por  Publicado en El simple arte de leer

Fiesta Para Una Mujer SolaMe puse muy contento cuando la Editorial Rey Lear anunció que recuperaba una de las novelas de Ángel Vázquez; había leído La vida perra de Juanita Narboni y había quedado encantado con una obra que sufre un olvido injusto desde hace ya casi cuarenta años.

Los de Rey Lear anunciaban que recuperaban la novela maldita de Ángel Vázquez, un autor en cierta manera maldito, aun cuando ganó el Premio Sésamo y el Premio Planeta.

 

Aunque la encargada de la edición y el prólogo trate de argumentarlo con criterios literarios, pronto advertimos que lo de la novela maldita es puro márketing. Fiesta para una mujer sola fue la segunda novela de Ángel Vázquez, la primera después de ganar el Planeta con su primera novela, Se enciende y se apaga una luz, en 1962.

 

Parece ser que la editorial le animó a escribir otra novela y Vázquez, que ya entonces tenía serios problemas de alcoholismo - soy homosexual, cleptómano y alcohólico, se definiría, adelantándose en unos años a Capote-, se aplicó a ello alternándolo con su colaboración en el semanario España. Fue tal vez lo más cerca que estuvo Vázquez de ser un escritor profesional. El resultado, para alguien que espera algo similar a lo de Juanita Narboni, es decepcionante.

Vázquez arma una trama en torno a un guapo recién llegado a Tánger, un Tánger postestatuto internacional pero que aún vive en su esplendor, y el impacto que provoca en las vidas y anhelos de un grupo de personajes, entre los que destaca una aburrida esposa tangerina, aún de buen ver, y un críptico homosexual hijo de una de sus mejores amigas. Al mismo tiempo, trata de plasmar el impacto que la ciudad provoca en él, procedente de un país rancio y carpetovetónico, una anormalidad europea. Y aquí empiezan los problemas. Vázquez es incapaz de entender del todo a Damián, que ese es el nombre del sujeto, puesto que él mismo vivió casi toda su vida en Tánger. El empeño en explicarlo desde dentro, y no desde la observación de los demás, es uno de los errores en el manejo del punto de vista que se dan a lo largo de la novela. Pasa hasta en las mejores familias; hasta a su querida Virginia Woolf le pasó. El caso es que el personaje de Damián trata de llevar el peso en la primera parte de la novela y no lo consigue, ni logra convencernos de ello. Mejora algo la segunda mitad, cuando la novela se centra más en las acciones de los personajes. Pienso que a Vázquez le hubiera ido bien copiar lo que Carson MacCullers hacía en El corazón es un cazador solitario.

 

Dos son, a mi parecer, los errores de Vázquez fundamentalmente, pero podrían resumirse en uno: la equivocación al escoger el narrador o voz narrativa. Vázquez utiliza un narrador en tercera persona, semiomnisciente, que en ocasiones procura ser lo más inconcreto posible, pero eso se revela más un defecto que una virtud. Ese narrador en tercera persona equivoca a menudo el punto de vista o lo extravía: no es el mismo del que parte al que llega, y no parece que sea deliberado. Si alguien quiere un ejemplo de cómo se logra eso de manera magistral recomiendo leer la escena de los interrogatorios en A sangre fría. Vázquez sólo produce confusión. Ese narrador, tampoco se decide a escoger el tono: puede ser lírico en mitad de una escena cómica e irónico y hasta frívolo en la escena más dramática; e incluso ambas cosas en el mismo párrafo. Se podría decir que eso sería posmoderno y que serviría para distanciar al lector de la ilusión de lo que lee y recordarle que es una novela y etc, etc... pero yo tengo la sensación que Vázquez no sabe qué carta quedarse: o estamos ante una novela costumbrista que critica la hipocresía de la sociedad - y tiene un tono irónico adecuado- o es la historia de unos personajes que buscan, torturados, la comunicación - el tono reflexivo, etc- pero el cóctel no lo sabe mezclar bien. Yo diría que a la novela le falta un hervor para que acabase de sentar bien, o un ingrediente que Vázquez se dejó en la cocina. Todo parece apresurado en la novela, incluso con personajes que aparecen y desaparecen, sin que los acompañantes de Damián tengan el tiempo necesario para desarrollarse.

 

Vázquez brilla en los diálogos, sobre todo en los de las mujeres; las amigas de Paula Carosio, la charla de las criadas que escucha Javier Mauri desde su ventana, las tías de Damián y sus amigas... Doce años tardó Vázquez en madurar su siguiente novela, la ya citada La vida perra... y para entonces ya vivía en la Península, en una pensión de Madrid, ayudado en la repatriación por sus amigos, tras beberse el dinero del subsidio. En esta tercera novela, que Vázquez mismo ya reconocía como plenamente suya, escogió bien el narrador, el monólogo interior laberíntico y reiterado de la solterona Narboni, que además le permitía mezclar tonos con facilidad, sin chirridos, dando vida, aire y color a todo un cadáver, el de su ciudad perdida. Como detalle, diré que Fiesta para una mujer sola se publicó el mismo año que Tiempo de silencio, de Martín Santos y apenas dos años antes que Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; no resiste la comparación con ninguna de las dos; pero La vida perra de Juanita Narboni no sólo resiste la comparación, sino que puede estar en el mismo estante que ellas sin que le salgan los colores.

 

En resumen, tras leer Fiesta para una mujer sola empecé a echar de menos al galope las dos novelas inéditas que Ángel Vázquez quemó poco antes de morir - la Doctrina Virgilio llevada al extremo, si quieres que algo se queme, quémalo tú mísmo-; quién sabe lo que nos habremos perdido. Supongo que algo mejor que esta que Rey Lear presenta como una novela maldita.

 


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