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Viernes, 24 Mayo 2013 16:30

Las buenas personas acaban en la basura.

Escrito por  Publicado en Columna de Opinión de CEC
Basura en las afueras del Arena Santiago, para...

Basura. (Photo credit: Wikipedia)

El mundo que hay ahí fuera, si hace unos años estaba mal, hoy está realmente corrompido. Y no, no voy a hacer una crítica social hablando de cosas que están de moda, protestando por los recortes en educación, sanidad, etc… No digo que no haga falta. Digo que el discurso ya me parece repetitivo y sin sentido. Estas cosas no van a cambiar.

Admiro a la gente que lanza esa lucha contra el poder establecido: durante algún tiempo yo también lo hice. Pero no sé si es la edad o la cantidad de tonterías que he tenido que escuchar por ambos lados que ya creo ser inmune a todo eso. Estas reflexiones sobre el poder económico no son nuevas. Siempre estuvieron allí. Pero ya hace tiempo que decidí dejar de pelear por estas cosas, porque la humanidad no se entera de nada y yo sola dificilmente puedo cambiar las cosas.

Pero sí creo poder pensar a pequeña escala en contribuir de alguna manera al cambio que debería producirse. Y es que en el fondo no estoy hablando de cosas tan diferentes. La profunda crisis económica no es el problema. El problema es el fondo del ser humano, débil, egoísta, falto de humanidad, manipulador, soberbio, autoritario, que se cree con derecho a hacer cualquier cosa con el fin de mejorar su situación. Y repito, su situación, no exclusivamente su situación económica...

Y cuando digo débil, olvidaros de lo que se piensa cuando se dice débil. Para mí, el débil jamás será el que se muestre débil o vulnerable, sino más bien aquel que se enmascara de cien cosas para no parecer débil.

La gente se caga en el mundo. Pero el mundo no tiene la culpa. El ser humano tiene infinidad de posibilidades para organizarse. Siempre existió la posibilidad de vivir en armonía. Pero poca gente desea realmente caminar de esa manera. Porque para ello requeriría pasar por un proceso de revolotear en su mierda y ya sabemos que "oigan, que no tengo tiempo, que tengo que sentarme en el sofá diez minutos o pasear viendo los pajaritos. Estoy demasiado ocupado fingiendo mi felicidad".

Voy a tratar de concretar un poco más. Desde pequeña he podido observar cómo los pecados del ser humano ascendían a la realidad desde la más profunda psique de cada individuo. Yo siempre le llamé el “don”. Pero en realidad, sé de sobras que son las ganas de querer luchar contra esa parte asquerosa que todos tenemos dentro.

Conocerse a uno mismo y luchar por ser mejores. Y parece fácil. Pero no lo es. Porque el inconsciente está ahí para venir a hacer brotar todas las tendencias malvadas con las que nos obsequiaron al nacer: nuestra "naturaleza humana". Y para eso uno tiene que reconocer que a veces es un mierda y trabajar para dejar de serlo o intentar serlo lo menos posible.

Un niño a los dos años ya es capaz de decir “esto es mío” o “no lo toques”. Ya han aparecido ahí el egoísmo y el poder. Pero también te dan un beso cuando quieren una galleta y ahí tenemos la manipulación. O se pegan un empujón porque sí, sin tener en cuenta lo que puede sentir el otro bichito al sentir ese rechazo. El ser humano tiene esa parte y lo que en los niños es tan evidente, para los adultos es casi imperceptible. Y yo siempre pude ver estos detalles: no creo ser la única.

Dejé de ir a las asambleas del 15M porque ahí había un grupo de gente que luchaba contra un objetivo común, sin darse cuenta que lo primero era el autoanálisis, ya que en estos grupos acababan por surgir, enmascaradas o no, envidias, celos, manipulaciones, ansias de protagonismo, y sobre todo, mucho ego.

Y aquí es donde a día de hoy, yo empiezo mi clasificación mordaz de buenos y malos. Está claro que cada uno hace lo que puede y que todos tenemos límites. Para mí, el límite estaba en no dejar jamás de contribuir a la sociedad, a la gente y a las personas, también individualmente. Y supongo que llegará el día en que el dolor acabe por quitarme eso también.

No se si seré capaz de expresar donde para mí está lo bueno y lo malo sin que se me relacione directamente con el puto dinero. El poder no sólo viene por esos papelitos. Está la belleza (puaj), el status, la inteligencia, el carisma, la posibilidad (mucha gente olvida la presencia de otros simplemente porque puede)…

¿Cuantas veces habéis visto a alguien enmascarar su debilidad con ira o culpabilidad hacia otros? ¿Cuántas veces os habéis sentido solos en un momento en el que un simple abrazo, de cualquiera, hubiera evitado la desolación que sentíais? ¿Cuántas veces habéis oído eso de “que lo jodan”?

La empatía nunca estuvo de moda, como tampoco el respeto, ni la aceptación de quien tienes delante, mucho menos la comprensión… Si antes no existía, hoy en día, en este mundo que es un desastre, mucho menos aún...

En las relaciones humanas afectivas adultas, la cosa se complica mucho más. Al final, los buenos, siempre acabamos mal. Manipulados, rechazados, corrompidos y sobre todo, solos. Muy solos.

Las opciones son pocas. Los buenos sólo pueden acabar mal. Y por los pocos que conozco, las opciones son así:

-vivir al margen, todo lo al margen que la necesidad de vivir nos permita, y no esperar nada de nada de la vida ni de nadie. Esto genera normalmente aislamiento. Y un sentir de "0". Es un intentar que no me toquen las pelotas.

-vivir angustiados y dándonos de cabezazos contra la pared, sufriendo cada día más pensando que se puede hacer algo para tener una vida buena, cargada de aprendizaje, al margen y con cierta ilusión. Al final degenerará en depresión o suicidio. Porque el mundo de fuera es demasiado agresivo como para intentarlo si quiera.

-corrompernos.

La mayoría de los que conocí en el camino eligieron -conscientes o no-, la opción C.

Así que el resto estamos en extinción. Y no seremos valorados, y nos tacharán siempre de asociales los del A, inconformistas los del B y mejores los del C.

Es lo que hay: los buenos, a la basura.

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