Me encantó esta pelicula.

Lo recargado de sus diálogos - un exceso que ya perdoné a Aristaráin en mi adorada "Martín Hache"- los hace inverosímiles, pero es en ellos, en esas reflexiones en voz alta en boca del primero que pasa, donde reside el encanto de la historia.

Yo , en especial, siempre recordaré el speech sobre el sexo en la fotocopiadora. Es una escena memorable en lo moral y en lo emotivo. En su momento me pareció a la vez excitante, reflexiva y sentimentalmente educadora. Nunca la olvidaré.

En lo demás quizá excesivos solipsismo y autocomplacencia. Pero brillantez por doquier.