A ver, de antemano me disculpo por si esto parece una defensa acaramelada de la paternidad, pero...

Estoy hasta las narices de la gente irresponsable que simplemente no desea ser padre/madre por este absurdo complejo de Peter Pan que existe hoy en día: no asumamos responsabilidad alguna, porque eso interferiría con nuestra vida, tan extraordinariamente plena, consistente en... pasarlo todo lo bien que podamos sin pensar en nada más (ojo, tampoco en nuestra felicidad; la felicidad no consiste en eso). Y yo era de esos, hasta que tuve hijos.
Y sí, compensa.
Sé que nunca lo entenderéis, porque es imposible de entender para el que no tenga hijos, pero el cariño de un niño por su padre/madre y viceversa no tiene parangón con absolutamente nada en el mundo. Es simplemente inexplicable e inefable. Es amor puro, con mayúsculas, y yo no lo conocí hasta tener hijos.
Que traen innumerables problemas, pues claro, como todo lo que merece la pena en este mundo. Pero también le dan un sentido a la vida de la que hasta ese momento carece. Esto es así, e, insisto, no se puede transmitir ni explicar. Se ha de vivir. Hay complicidad, transmisión de conocimientos y de vivencias, alegría por todos y cada uno de sus logros. Un amor, por fin, libre de todo egoísmo y únicamente conducente a la existencia y bienestar de un ser que sabes que al final va a marcharse y vivir su vida lejos de ti. Todo lo que haces por él, lo haces por amor.

Sí, sí, ya sé a lo que suena. Pero es la realidad. Yo, ante todo, soy padre, y luego todo lo demás.

Y, por cierto, vaya manía absurda le tenéis a las series british, que a mí me encantan. No sé si veré esta, pero si hay giro de esos, pues resultaría de lo más natural, nada de «vaya mierda». Con los hijos existen miles de días que estás hasta las narices. Y luego, morirías gustosamente por ellos sin dudarlo ni un segundo. Con ellos, los días se te hacen largos, pero los años cortos.